<< ¿Por qué a mí?>> — Se hacía la misma pregunta una y otra vez. Ernesto, un varón de 40 años, marido de una bella mujer y padre de cuatro hijos. Él no se explicaba por qué, de repente, y sin aviso, la empresa para la cual trabajaba como contador en los Estados Unidos, lo acusaba de un desfalco millonario.

 La verdad era otra dice Ernesto. Sus jefes superiores (quienes también eran empleados) gastaban cantidades exorbitantes en fiestas y artículos personales,  y este era dinero que salía de la empresa. Ernesto recibía las facturas y,  a él le pedían que autorizara los pagos. Todo era legal, los gastos eran comprobables, era “normal” que una empresa de este tipo tuviera eventos y esas cosas. Ernesto no veía nada fuera de lo común, aparte de los derroches.

Pero un lunes por la mañana, llegan unos hombres con trajes muy pulcros y con voz autoritaria. Llamaron a Ernesto a una sala privada: él un poco desconcertado se reúne con ellos, y ahí le informan de que está despedido, y que se estará realizando una investigación “más a fondo”, por desviación de fondos. Y le exigen que les revele -de una vez- cualquier cuenta secreta, o el destino de casi 2 millones de dólares…

Ernesto se rascó la cabeza, dio un sorbo al café. Se quedó viendo a través de una ventana,  por donde entraba la luz del sol. “No puedo creer lo que estoy oyendo” se decía a sí mismo. Apenas anoche le pedí al Señor que me sacara de mis deudas en las que “por tonto” me metí, y empiezo mi día con una situación de película.

Señoresdijo Ernesto. Aquí debe de haber una equivocación: permítame llamar a mi jefe inmediato y a su coordinador de finanzas, porque parece que aquí hay algo que no está nada bien.

No, Mr. Ernesto, tiene usted prohibido hablar con otros empleados de esta empresa: retírese ahora, y no se lleve con usted ningún documento. Entréguenos las llaves del auto de la empresa. Está despedido, pronto recibirá noticias de nuestros abogadosdijo el hombre con voz autoritaria.

Ernesto dice que a ese punto miles de cosas le pasaron por la cabeza. Salió de la salita y se dirigió a la oficina de su superior. No se encontraba ahí, y la secretaria le negó una llamada o una entrevista para más tarde. Nadie, de hecho, quería hablar con él. Al salir de la oficina, algunos se le quedaban viendo como bicho raro.

Ernesto se entera más tarde de que hubo una denuncia de alguien de la empresa, por  lo cual se realizó una auditoria discreta y se determinó un faltante. Facturas pagadas a empresas extranjeras  resultaron ser empresas fantasmas. Directivos  locales señalaron sin que él lo supiera a Ernesto, como principal sospechoso. No obstante, mientras que aún no había pruebas, Ernesto de cualquier manera era el que tenía más posibilidades de cometer un desfalco, ya que él determinaba la veracidad de la factura. Pero dice él, que la realidad era otra, Ernesto simplemente obedecía a su superior: hacia su trabajo, eso era todo.

Las siguientes semanas fueron de angustia. La ciudad es pequeña, y mucha gente se enteró. Ernesto duro días sin salir de la casa. Los únicos conocidos que tenía trabajaban en la misma empresa, así que nadie quería hablar con él.

Cabe mencionar que él era el único hispano en el área administrativa de esta empresa. Y él era el principal sospechoso, ¡qué casualidad!

Muchas cosas pasaron en su vida en esos días de incertidumbre, y día a día, él dice que contrario a lo que todos quisiéramos oír, él empezó a perder la fe. Su esposa y sus hijos lo notaron, y lo peor fue que parientes de ellos también empezaron a dudar de él y a hacer comentarios negativos. Pero el testimonio de Ernesto estaba limpio: no había dinero mal habido, ni cuenta secreta, ni despilfarros.

Una mañana de nuevo un lunes, 42 días después de la “junta trágica”, él se sentó en un sofá y por su mente le pasó hacer algo para acabar con tanta confusión. Empezó a acariciar la idea de… pero el teléfono lo sacó de sus pensamientos.

Los abogados de la empresa se querían reunir nuevamente con él. Se citaron para el siguiente día. Esta vez Ernesto iba acompañado de su propio abogado. Al siguiente día en la reunión, los representantes legales de la empresa que lo había despojado prácticamente de su honor y su trabajo, le contaron una historia aún más que fantástica. Esto se estaba poniendo por demás, interesante e increíble:

Todos habían sido víctimas de un engaño, fría y científicamente planeado por el superior de Ernesto. Lo típico: el dinero había ido a parar a una cuenta en un banco de Sudamérica. Ese hombre (Mr. Faulkner)  había usado nada más ni nada menos que la información personal de Ernesto para   abrir empresas, cuentas, hacer depósitos, retiros, y lavar el dinero; para luego ir a la cuenta de una amiga. Esto estaba comprobadísimo por los abogados y los que hicieron las investigaciones. Ernesto no tuvo nada que ver. Obviamente, no había habido aún denuncia judicial ni arresto en contra de Ernesto, porque precisamente no había pruebas reales en contra de él. Faulkner había huido del país unos días atrás cuando se vio descubierto,  y estos abogados estaban tratando de limpiar el desastre.

Ernesto se soltó llorando. No lo pudo evitar. Aunque después de que lo despidieron, él ya empezaba a sospechar algo así, no estaba seguro hasta qué punto él inconscientemente se habría implicado a sí mismo. Pero ahora todo había cambiado. Él estaba limpio como en un principio. Prácticamente todos lo que trabajaban con Faulkner fueron despedidos, y los abogados le estaban pidiendo a Ernesto que regresara. Ernesto lleno de gusto estuvo a punto de aceptar, cuando su abogado le puso la mano en el hombro. Le hizo una seña, y Ernesto entonces pidió más tiempo para pensar su decisión.

Después de 15 días de esta reunión, Ernesto ya era libre de toda deuda financiera. Su abogado le recomendó hacer valer sus derechos y establecer sus propios términos con la empresa, la cual le había fallado a él terriblemente, manchando la imagen de un hombre que nada debía. Cuando este argumento le fue propuesto a la empresa, ellos inmediatamente reconocieron su error y pidieron, hasta le rogaron a Ernesto  para llegar a un arreglo inmediato. No querían verse involucrados en una demanda por discriminación o algo peor. Le ofrecieron a Ernesto un arreglo, mucho mejor de lo que él les pedía: un traslado a otra ciudad y un puesto mucho mejor pagado…  Las últimas palabras de los abogados fueron: “que quede entre amigos”… amigos….

Y dice Ernesto, pensando en esa pregunta que él se hacía días atrás: “…Ahora entiendo por qué a mí”…hay situaciones que no tienen a veces ninguna explicación, y en un momento me sentí como si hubiera sido desechado por Dios, me sentí como Job el de la Biblia, despojado de todo, “sin deberla ni temerla” (y estuve a punto de perder mi vida y mi familia, pero esa es otra historia).  Sin embargo, en realidad, Dios  había escuchado mi oración: que me sacara de mis deudas,  y estaba obrando. Y por mí, estaba peleando la batalla y para mí y mi familia, EL GANÓ LA VICTORIA…

Moraleja: Espera en Dios, el te librará de tus aflicciones….Pero también, has valer tus derechos cuando tengas que hacerlo, también en eso hay bendición…


Escrito por Hermes Alberto Carvajal

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Oración por
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Un abrazo de amor
y de consuelo
 
¡Mujer
Levántate!
 
Nada
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